Una colega preguntaba en la red qué
necesitaba una página de Facebook para que clicáramos en ‘Me gusta’. Las
respuestas son variadas y confirman lo que la mayoría de profesionales de la
comunicación online ya manejamos, como calidad de los contenidos, diseño
atractivo, ofertas, etcétera. Pero, en mi opinión, es mucho más interesante
conocer los resortes que actúan el instante anterior a entrar en una página. Es
decir, ¿’Me gusta’ o es que ya me gustaba? Este es el quid de la cuestión.
El
receptor escoge
Con la eclosión de los medios de comunicación
de masas, averiguar porqué la audiencia decide consumir los contenidos que les
ofrecen determinados medios y rechazar los que proceden de otros emisores fue
uno de los enigmas a descifrar. A este respecto, en la primera mitad del siglo
XX, Adorno, Horkheimer y sus coetáneos de la Escuela de Frankfurt, elaboraron
teorías que explicaban que los medios de comunicación, entendidos en sí mismos
como industria, proporcionaban una información orientada a los intereses del
capital, que era quien financiaba esa industria.
En este escenario, hay un factor que atenúa
esta dictadura informativa. Dicho factor es que la audiencia consume aquella información
que reafirma sus convicciones personales. Para ilustrarlo de un modo sencillo,
si uno se sitúa ideológicamente en sectores conservadores será lector del ABC y
si se considera más progresista, quizá lea El País.
El
poder limitado del usuario
Si trasladamos esta realidad al ámbito de las
redes sociales, encontramos que el usuario de la red tiene un poder absoluto
para decidir qué información desea consumir, cómo y cuando. Además, puede
interactuar y exponer y compartir sus acuerdos y, más importante aún, sus
desacuerdos.
En definitiva, los esfuerzos realizados por
las marcas en estrategias de social media estarán muy condicionados por el
interés previo que pueda tener su audiencia potencial. Es decir, si tengo una
buena experiencia, una necesidad que el producto pueda resolver o buenas referencias
de él, me animaré a seguir las acciones en la red de la firma. Si mi
experiencia ha sido nefasta, lo único que haré en la red será quejarme y exponer
mi problema a otros posibles consumidores.
Mimar
al cliente
Atraídas por su elevado número de usuarios y
la segmentación de los mercados que proporcionan, las empresas han mirado a las
redes sociales como un canal más en el que emprender sus acciones de marketing.
Para ello, al igual que en sus orígenes el cine copió el modelo teatral o la
televisión copió los formatos de la radio, se ha pretendido trasladar a los social media las estrategias comerciales que funcionaban en otros canales.
Pero las redes sociales tienen su propia idiosincrasia y estos modelos no
siempre son válidos.
Las acciones en social media han de tener en
cuenta las motivaciones que harán que los usuarios se
conviertan en seguidores leales de la marca y estas motivaciones, en su
mayoría, se generan previamente offline.
Aunque siempre tengamos en cuenta la
necesidad de elaborar estrategias 2.0 para dar a conocer marcas o servicios, el
objetivo principal de las acciones de social media debe orientarse a gestionar
la reputación y, más que generar nuevos clientes, mimar a los ya existentes, fidelizarlos, aportarles
valor añadido, convertirlos en prosumidores,
en el activo más importante para la firma. Las estrategias de venta han de
pasar a un segundo plano.
Y es que la web no es de las marcas, es de
los clientes.
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